Légendes sur l’eau traduites en espagnol par Catalina Figini, Amie et collaboratrice d’ocadd.
La leyenda de AÏN ASSERDOUN (manantial de MULET)
Había una vez una pequeña ciudad a los pies de una montaña: se llamaba Beni-Mellal. Era un pequeño paraíso: estaba repleta de florecientes jardines donde abundaban los olivos, las higueras y los granados; y las cosechas de cereales proliferaban por todos lados.
Un día, de regreso del zoco, un montañero que volvía a lomos de su mula se detuvo en un manantial para saciar su sed. Vio un cuenco atrapado entre las rocas y, para su sorpresa, se dio cuenta de que era el suyo. “¿Cómo puede haber llegado hasta aquí?”, se preguntó.
Una vez en su casa, le pidió a su mujer que le diera a beber de su cuenco. Su mujer le dijo que lo había perdido en la fuente del pueblo mientras lavaba la lana. El marido, entonces, fue a la fuente. “Lo he entendido, lo he entendido”, se dijo. “Así que este es el arroyo que alimenta el poblado”, rio el montañés con júbilo.
Lo taponó con lana y grandes piedras. Inmediatamente, el manantial se secó. Era verano, y los jardines, huertas y cosechas no tardaron en marchitarse; los animales perecieron; las enfermedades se propagaron y los niños y los ancianos comenzaron a morir. Solo algunos pozos, medio vacíos, ayudaron al pueblo a sobrevivir.
Fue entonces cuando el montañés se presentó ante los habitantes del pueblo y les prometió devolver el agua a la fuente a cambio de una cesta llena de monedas de plata. No teniendo otra opción, los habitantes del pueblo aceptaron, pidiéndole un poco de tiempo para poder reunir la suma requerida. Una vez en su casa, el montañés desbloqueó el paso del agua, que poco a poco volvió a llenar su curso habitual. Los jardines y huertos comenzaron a revivir, y todo volvía a tomar su color verde nuevamente.
Algún tiempo después, el montañés volvió a bloquear el paso de agua, exigiendo nuevamente un pago por su servicio. Y así, durante años, los habitantes del pequeño pueblo sufrían este horrible chantaje: dinero a cambio de agua. Cansados y en ruina, decidieron vigilar al hombre, y averiguar cuál era el camino que hacía con su mula. Cuando lo vieron desbloquear el paso del agua, los pobladores se alzaron sobre él y lo derribaron.
Después de aquel día, y para no olvidar este doloroso episodio, los habitantes del pueblo nombraron Ayn Asserdoun a este manantial.
« Asserdoun » significa mula en amazigh.
Nuestra historia se ha ido con el agua del manantial y nosotros nos hemos quedado con los hombres de bien.
Una leyenda, cuya versión, de entre varias, fue tomada del difunto Omar DOUÂAMI, el último contador de historias de Beni-Mellal.
Aglmam Azigza en Khénifra
Situado a unos veinte kilómetros en línea recta de Khénifra, el lago Aglmam Azegza se encuentra a unos 1774 metros de altitud. Es un lago natural, ubicado en el medio del bosque de cedros de Ajdir, lo que le confiere aquel color verde azulado tan particular, del que proviene su nombre: aglmam significa lago en amazigh y azigza hace referencia al verde y al azul. Es un lugar de una belleza extraordinaria, cuyos paisajes quitan el aliento. En invierno, la nieve lo cubre todo de un encanto particular. La tranquilidad del lugar, y su pureza, hacen que sea el espacio más propicio para descansar.
Sus aguas son claras, suaves y fuertemente cargadas de carbonatos. La vegetación acuática abunda, y la fauna invertebrada es bastante diversa. El bentos también es muy variado. La población piscícola se compone de especies introducidas: tenca, perca, rutilo, carpa común y lucio.
El lago se alimenta principalmente de las napas subterráneas, nieve derretida y manantiales que brotan en el propio lago. De ahí la leyenda contada por Emile Laoust:
El país estaba habitado por los Ait Ammar. Ante el temor de ser inundados por la abundancia de agua y morir ahogados, el pueblo resolvió cavar un pozo y taparlo con un cobertor. En ese entonces, la planicie estaba rodeada por un bosque poblado por leones. Cierta vez, una mujer llamada Itto Oult Ammar, fue a buscar agua al atardecer. En eso estaba cuando oyó el rugido de un león. Se asustó tanto que huyó precipitadamente, olvidando cubrir el agua. Así, el agua se desbordó arrastrando consigo todos los objetos del campamento, fluyendo hacia el ighrem azigza, de donde hoy nace el manantial conocido como Ansar Aoussar.
(A. Sgougou, citado por Emile Laouste).
Nota: falta la referencia de la leyenda.
Imi N’Ifri y Assif Tisslit
Imi N’Ifri (boca o entrada de cueva, en amazigh) es un arco natural situado a 6 km de Demnat. Se alza sobre el río l’Assif Tisslit (el río de la roca, en amazigh), el artesano cuyas aguas han forjado esta maravillosa estructura en piedra caliza. Este puente natural, de imponentes dimensiones, que cruza el río, es en realidad un peñasco que, con el paso del tiempo, fue esculpido por el agua y la naturaleza, hasta ser atravesado de lado a lado. Es una curiosidad única en Marruecos, un sitio muy especial que necesita ser valorado y preservado.
Este lugar, con su puente original, sus manantiales, sus grutas; sus estalactitas y estalagmitas, su fauna y su flora, es un sitio verdaderamente mágico. Lo primero que llama la atención del visitante es el canto de los distintos tipos de pájaros que resuenan por el valle. Múltiples especies encuentran allí un refugio seguro y agradable, donde pueden cobijarse y vivir en armonía. Los cernícalos anidan en la piedra caliza, mientas que las palomas son más discretas. Las chovas de pico rojo y los vencejos pecho blanco se entrelazan en persecuciones en un verdadero ballet ante los ojos perplejos de los visitantes. Como ocurre con todos los sitios mágicos, también se han tejido leyendas a su alrededor.
Una de ellas cuenta que había una vez una joven muy bella llamada Nat. Era la hija de un emperador. Un día, su padre decidió casarla, contra su voluntad, con un tal Aftaymous. Afligida ante la idea de unirse en matrimonio con un hombre que no amaba, Nat se largó a llorar; y en medio de la noche, con la ayuda de su fiel servidor Abdious, emprendió su huída. Se refugió en una cueva, y en señal de protesta y como modo de manifestar su aflicción, se cortó sus largas y hermosas trenzas y las colgó sobre las paredes de la cueva.
Al día siguiente, al descubrir que su hija había escapado, el emperador envió a un ejército entero en su búsqueda. Los soldados anduvieron durante largo tiempo antes de descubrir, en una de las rocas, algunos restos de sangre que pertenecían a la joven Nat (dem Nat, en árabe ; idemn Nat, en amazigh). Fue así que se llamó Demnat a este lugar.
La leyenda cuenta que la roca del puente de Imi N’ifri es el cuerpo yaciente de la bella Nat, y que la vegetación que cuelga sobre él son las trenzas de su largo cabello. También se dice que las gotas de agua fría y salada que se escurren desde la cueva no son más que las lágrimas de la desdichada princesa. Seguimos pensando que ella está presente, todavía viva; de pie, con un bebé en brazos, hasta el día de hoy continúa cubriendo el puente de Imi N’ifri con su dulce mirada.
Tamgnounte entre el mito y la realidad
Este manantial se encuentra en Beni-Mellal, algunos metros más abajo de Ain Asserdoun. Es un paraje natural, rodado de huertos, olivares y naranjos; situado en la hondeada de un valle poco visitado por el sol, es un lugar con buena sombra para el descanso. Es uno de los lugares más bellos de la ciudad, donde abunda la vegetación. Gracias a un sistema de riego, el río está bordeado por una gran cantidad de pequeños jardines que desprenden aromas de menta, azahar y coriandro. Antiguamente había dos represas: la más grande se llamaba «Lwalja» y la pequeña «Loulija», siendo el segundo término un diminutivo del primero. Aproximadamente a un kilómetro de distancia, el canal conduce a un molino, cuya agua cristalina es muy apreciada. Algunos testimonios, entre ellos el de Annie Guillermont, afirman que esta agua estaba repleta de peces e incluso nutrias. «Cuando caía la noche y el silencio se iba instalando, comenzaban a oírse los furtivos ruidos de la profundidad de la noche. Peces, con seguridad, pero también ratones, ratas y, ¿por qué no?, nutrias. Nunca las vi, pero debía de haberlas, porque sus pieles se vendían en Beni-Mellal».
El manantial lleva el nombre de Tamgnounte porque se creía que aquel lugar era un refugio para djins. Se han difundido muchísimas historias a este respecto: hay personas que decían haber visto a los djins deambulando sobre las piedras al anochecer, a la manera de las lavanderas a la orilla del río. Por eso resulta tentador explicar que la G de Tamgnounte era originalmente una J, de Tamjnounte , que significa «lugar embrujado por djins».
Este lugar sigue siendo un refugio para los habitantes de Beni-Mellal (en particular los jóvenes), que huyen de las olas de calor en búsqueda de un lugar fresco y tranquilo. No es raro ver niños bañándose en el estanque en donde brota el manantial antes de seguir su curso.
Recientemente, este espacio ha sido remodelado para facilitar su acceso y garantizar su buena iluminación; aunque lamentablemente este tesoro, que atraviesa pasiblemente la ciudad, está altamente contaminado.